lunes, 28 de abril de 2008

¡Dale una alegría a tus pies!

Esta historia comienza cierto domingo post marcha nocturna, día del Señor resacoso, de estómago revuelto pero de alma y cuerpo activos. Así que mi ex compañera de piso y yo decidimos tirarnos de cabeza al centro comercial más cercano. La excusa, mi querida amiga andaba desesperada por fundirse hasta el último céntimo del dinero regalo de su muy feliz cumpleaños.
Después de varias vueltas infructuosas por las tiendas y un sólo vestido en la cesta de la compra, decido retirarme dignamente a casa. Almorzar prontito y echarme un sueñecillo reparador. Dejé a la loca de las compras sin un guardia civil que le frenase esos pies tan veloces que tiene así que claro, pasó lo que tenía que pasar y antes de que mi persona se entregara a la dulce caricia de las sábanas apareció mi ex chica preferida con un gran tesoro debajo del brazo. El objeto culpable de la inmensa sonrisa que se dibujaba en su cara era nada más y nada menos que un par de impresionantes bailarinas con flequitos de cuero, al más puro estilo cowgirl o Pocahontas en versión fashion. La firma responsable de tan gráciles y especiales zapatos se llama Hazel y sus creaciones no tienen ningún desperdicio…
Sus tiendas derrochan estilo y buen gusto por los cuatro costados. Los zapatos de piel, son originales, recuerdan a Hakei y sus precios son asequibles para darse de vez en cuando un sano capricho. La mayoría de las piezas rondan los 50 euros, dinero bien invertido a tenor de la originalidad y atemporalidad del calzado de la firma.
Pero no sólo entre zapatos anda el juego. Después de un detenido paseo
en el que la vista se pierde gustosa entre tanto calzado, los bolsos salen de su escondite y realizan un desfile grandioso. A estas alturas mis sentidos ya han llegado al goce pleno y aún queda fijarse en el mobiliario, que en un digno segundo plano emerge discreto pero con contundencia. Y es que esta completa firma también realiza muebles por encargo. Otra lección de ese estilo tranquilo, sosegado, sencillo y casi minimalista que Hazel enarbola como bandera de la casa.










Ay qué buen inicio de semana...

lunes, 14 de abril de 2008

Made a mano

¿Quién dijo que lo artesanal había muerto? Si alguien hizo esta afirmación o se le pasó en algún momento por la cabeza, igual andaba algo equivocad@, menos mal.
Estamos de acuerdo en que H&M, el imperio Inditex, Blanco, Topshop y demás cadenas de tiendas de pronto moda, es decir, de continua fabricación de ropa y rápida entrega en el local comercial son las que han ganado la partida y las que desde su podio de vencedoras lucen orgullosas sus coronas de laurel. Es lógico que así sea, la mayoría de nosotr@s (aunque much@s se nieguen a reconocerlo y afirmen vestir con cualquier trapajo que se encuentren en no importa que tienda de barrio, ¡mentira!) seguimos algún tipo de moda y andamos a dos velorios en el terreno económico.
Estos comercios cuyas prendas están elaboradas tanto en países de los denominados tercermundistas como en regiones de la geografía patria, especialmente Galicia, y más concretamente Arteixo, nos ofrecen al público llano (la mayoría también) un producto que satisface nuestras expectativas de vestir a la moda o al menos cambiar el vestuario alguna que otra vez y todo ello a módicos precios.
¿Qué pasa entonces con los artículos artesanales, hechos a mano, con mimo y delicadeza? Pues ocurre que llevan aparejados un mayor tiempo de mano de obra, un elevado cuidado en la confección y diseño, una casi exclusividad y por ende la tan buscada originalidad y una mejor calidad. Todo bonito sí, hasta que llegamos a la parte chunga que es la del dinero: cuestan más que los artículos de las otras tiendas de elaboración en fábrica. ¿Esto se traduce en que lo artesanal ha muerto? No, aunque los bolsillos más agujereados no podrán darse demasiados caprichos al mes. Nada de esto es nuevo, lo único que en mi opinión ha cambiado respecto a años anteriores es que lo artesano está muy emparejado a Internet. La red de redes es el medio perfecto para que los diseñadores/artesanos desarrollen toda su labor mercantil. Así ahorran costes y llegan al público a través de blogs y del tan cacareado boca-oreja. Algunos como Macarena Gea ya han aparecido varias veces en cabeceras tan prestigiosas como Vogue.
Aquí os dejo una selección a la que no podréis resistiros. Son pequeñas artesanías al alcance de cualquiera. ¡¡€uros fuera!!

Carterita y bolso de Musa bajo el árbol

Broches de haditas (Marie et Isabelle) de Macarena Gea
Tocados de Monic

Beluñecos de Belula

Broches de fieltro de Saraculpable!

domingo, 6 de abril de 2008

Historias de ensalada

A Susana la semana se le había hecho larga, muy larga. Las tardes en la oficina habían sido interminables. “Os pedimos un esfuerzo extra que por supuesto más tarde será recompensado. Tendréis que venir incluso el sábado por la tarde, se os recompensará”. Esas habían sido las palabras de su jefe y el pistoletazo de salida de 6 días de trabajo intenso. Era domingo y no tenía nada que almorzar. No había tenido ni tiempo ni ganas para dejar algo preparado en la nevera. Sin el socorrido tupper a la vista Susana se hizo una ensalada. Pensó en el aliño. Ya estaba preparada para afrontarlo. Esta vez no sería salsa de yogur, tampoco roquefort ni la vinagreta de siempre las que dieran un toque de sabor a tan delicioso plato, esta vez sería el aceite con trozos de pimiento que le regaló él. Nada más llevarse la primera hoja de lechuga a la boca lo vio, en su mente aparecían escenas de esos años que pasó en Roma con Paolo, sus largos paseos por aquellas calles con encanto, los momentos de pasión vividos con él, las noches de ternura, los besos húmedos e interminables…El aceite era él. Pero a pesar de los nítidos recuerdos que se habían instalado de por vida en la mente y en el corazón de Susana, ella sabía que estaba curada. Siguió comiendo y Paolo desapareció, sólo quedó Roma. Susana había superado la prueba.

Cris pidió una ensalada. Necesitaba algo ligero en el cuerpo después de la noche de excesos que había pasado. Primero fue la cena, en la que dio rienda suelta a su gusto por la comida y por qué no decirlo a las patatas fritas, ganchitos, pizza, coca-cola y pastelitos, después las copas habían terminado de ponerle el estómago un poco del revés. Sin embargo Cris estaba contenta, era feliz. Hacía mucho que no se veían y lo habían pasado en grande. Cada una había hecho su vida y cada vez se hacía más complicado ponerse de acuerdo. Por fin, después de varios intentos, llamadas a casa, mails en cadena y sms al móvil, Cris consiguió juntar a sus amigas de toda la vida. Esa noche le dio la sensación de que nada había cambiado, parecía que el tiempo se hubiera detenido y volvía a verse con sus amigas en aquella cafetería convertida ahora en una tienda de ropa de una multinacional tomando un capuchino y charlando sin parar. También se veía en la playa, tostándose al sol y jugando a las palas con Ana. Y cómo no en aquel bareto de mala muerte en el que trabajaba Raúl, objeto de enfermizo deseo de María. Ahora su marido. Qué recuerdos aquellos…Cris se dio cuenta de que se había terminado la ensalada, pagó y se fue a casa.

Era su primer día en la gran ciudad. Mónica había encontrado un trabajo que le permitiría por fin ser independiente y salir del pueblo. Atrás quedaban la casa de sus padres, su trabajo a media jornada como profesora de inglés y los pocos amigos de la pandilla que habían resistido el deseo de emigrar a la ciudad. También quedaba atrás Pedro quien se mostraba reacio a abandonar el negocio familiar y por supuesto dejaba atrás el campo, al que tanto añoraría el resto de sus días. Había encontrado un estudio bien de precio pero alejado del centro. Sus pertenencias eran pocas, había decidido traerse lo indispensable, lo demás quedaría en el pueblo en un intento por permanecer en el recuerdo de aquellos que se quedaban. No sabía qué comer así que rebuscó en la bolsa que le había preparado su madre y sacó una de las lechugas que ella misma había plantado en el huerto familiar. También había tomates, queso, espárragos y atún. La manzana podría ayudar. Mónica decidió hacerse una ensalada. Mientras masticaba un trozo de tomate pensó en el futuro. Pintaba bien se dijo.